Los dos tipos de diabetes tienen períodos cortos y largos de riesgo potencial debidos a reacciones de insulina.
A corto plazo, pueden producirse ya sean bajas o muy altas concentraciones de glucosa en sangre. En el caso de la DMNID, un control cuidadoso del estilo de vida incluyendo una dieta adecuada, ejercicio físico y menos demanda de insulina o un ajuste de la medicación oral puede ser suficiente para controlar la enfermedad y permitir al diabético senil llevar una vida normal.
A largo plazo, existen dos tipos de efectos que se desarrollan muy lentamente. Uno de los efectos está asociado al engrosamiento de las venas. Cuando se trata de venas largas, supone para el diabético un cierto riesgo en caso de golpes, ataques cardíacos y gangrena de los dedos de los pies.
Según el Dr. Gerard Reaven, endocrinólogo de la Universidad de Stanford, “Si se tiene resistencia a la insulina, se segregan montones de insulina para mantener los niveles de glucosa en sangre, y esto incrementa el nivel de colesterol, aumenta la presión sanguínea y dispara los triglicéridos, un cuadro completo de anormalidades en sangre que incrementa el riesgo de un ataque al corazón”.
En el caso de pequeñas venas, tras soportar largos períodos de peligro, se pueden ver afectados los ojos, los riñones o los nervios. Entre los problemas visuales, la retinopatía diabética es el más común, aunque las cataratas y el glaucoma son mucho más frecuentes entre los diabéticos. Es muy frecuente el desarrollo de enfermedades del riñón debido al deterioro de las venas pequeñas.
También es frecuente la aparición de la neuropatía diabética deteriorándose la fibra nerviosa, especialmente de las extremidades. Con el tiempo, las áreas afectadas se insensibilizan, quedando más expuestas a heridas e infecciones.