Podríamos decir que el cerebro es el máximo culpable de la obesidad. De hecho, tiene muchísima más responsabilidad que nuestras hormonas o nuestro estómago.
Según estudios científicos, el sólo hecho de ver fotografías de comida hace que algunas áreas de nuestro cerebro se activen con gran intensidad, despertando nuestro deseo y nuestra hambre. Esas áreas sirven para anticipar las recompensas y son exactamente las mismas que se activan en los casos de adicción a las drogas.
Si esto sucede solamente con fotografías, podemos imaginar lo que ocurre con la visión de la comida real, sus olores, los recuerdos que despierta… Además, en las personas obesas esa activación es mucho mayor.
Si tenemos en cuenta que en la sociedad en la que vivimos estamos constantemente bombardeados con imágenes de alimentos (ya sea fotográficas o televisivas) y rodeados de comida real, nos daremos cuenta de que nuestro cerebro se haya sometido a una estimulación constante de esa área. La alta sensibilidad de esas zonas del cerebro en las personas obesas unida a la estimulación constante que despierta su apetito pueden ser las causantes del aumento del número de casos de obesidad en los últimos años.
Además de todo esto hay que tener también en cuenta que es nuestro cerebro quien da las órdenes al resto de nuestro cuerpo, incluidas las elecciones sobre qué comida vamos a preparar hoy y si sería mejor quedarse en el sofá o salir a andar un rato