Muchas personas, al comenzar una dieta, adquieren una especie de miedo a ciertos alimentos. Esos alimentos suelen ser los que más les gustaban: dulces, fritos, snacks… Las personas creen que, si consumen esos alimentos, no podrán comer sólo un poco sino que perderán totalmente el control sobre ellos mismos y no serán capaces de parar.
Esta evitación total de los alimentos que antes disfrutábamos puede hacer que los idealicemos aún más, que en nuestros recuerdos el placer que nos producía consumirlos sea aún mayor y que, por tanto, nos resulten altamente apetecibles. Además, el hecho de creer de nosotros mismos que no seremos capaces de mantener el autocontrol, hace que sea muy posible que esta creencia se cumpla si en algún momento tenemos que enfrentarnos al objeto de nuestra obsesión.
No es sano tener miedo a ciertos alimentos, sobre todo si realmente nos gustan y disfrutamos con ellos. Hay que tener en cuenta que son sólo comida y no debemos permitir que se hagan más fuertes que nosotros. La manera saludable de enfrentarse a ellos sería aprender a consumirlos en cantidades razonables, manteniendo en todo momento el control de la situación. Para ello, podemos programar algún día a la semana en el que vamos a permitirnos probar uno de esos alimentos “temidos”.
Si es posible, es mejor que contemos con la presencia de alguna persona de confianza a la que le comentemos lo que vamos a hacer y que controle que no comamos de más. Después, nos serviremos exactamente la cantidad que hemos considerado que podemos comer sin perjudicar nuestra dieta.
Es posible que, tras hacerlo, sintamos el deseo de comer más pero, al tener la cantidad controlada desde el principio, no nos será posible seguir comiendo y habremos empezado a aprender a controlar nuestros impulsos. Además, el alimento perderá su cualidad de prohibido y peligroso, por lo que dejará de obsesionarnos.